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CONSERVADORES Y LIBERALES, CLIMA POLÍTICO A FIN DE SIGLO XIX EN BOLIVIA


Por: Karina Olarte Q. - Comunicadora Social / Asociación Boliviana de Investigadores de la Comunicación (ABOIC) / Miembro de InvestigaSur Colectivo Tarija, Bolivia - kolarte@gmail.com // Foto: Actual plaza Murillo, La Paz.
 
La nueva República enfrentaba las transiciones políticas en el espacio presidencial principalmente como resultado de asaltos del poder por parte de militares y sus adeptos. En la segunda mitad del siglo XIX -hasta la Guerra del Pacífico- la inestabilidad de los gobiernos demuestra que la política boliviana estaba en un proceso de construcción que descansaba básicamente en un Estado feudo colonial con ideología liberal (ya que la estructura económica feudal que venía de la Colonia tuvo que convivir con una estructura política de una República democrática liberal) ante la ausencia de enseñanzas o aprendizajes de la economía científica lo que significó limitaciones para el desempeño de los gobiernos que se sucedieron en la presidencia de la nueva República.

Para Irurozqui (2006), una característica de estas épocas fue el ejercicio del caudillismo y, mientras se organizaba y reorganizaba la política de la nueva República, situaciones de enfrentamientos entre unitarios (conservadores) y federales (liberales) por una hegemonía regional se sucedían en la segunda mitad del siglo XIX, en especial durante la revolución de 1899 donde el conflicto de liderazgo elitista fue el centro de los conflictos.
En el caso del desarrollo del país, la “resurrección” de la economía minera, casi una década antes de la guerra del Pacífico, trajo consigo la introducción de capitales extranjeros, en especial chilenos e ingleses. En 1874, mientras presidía la Compañía Huanchaca, Aniceto Arce se interesó en estos capitales, lo que suscitó la concentración de una economía y técnica capitalista con una aglomeración de asalariados, situación que fue imitada por mineros potentados como Gregorio Pacheco y Félix Avelino Aramayo, quienes a pocos años de su inversión se convirtieron en los “patriarcas de la plata” (Mitre, 1981).
El clima de rebelión latente en el país durante la segunda mitad del siglo XIX tuvo repercusiones en varias ciudades donde se desarrollaron levantamientos violentos. Entre 1874 y 1876, Tomas Frías ocupó por segunda vez el mandato presidencial en el país, para completar el periodo presidencial del fallecido presidente Adolfo Ballivián.
De acuerdo a Vásquez Machicado (1994), el gobierno de Frías se caracterizó “...por un respeto a las libertades públicas y a la Constitución”. Además, “pretendió gobernar con la Ley en la mano cumpliendo así los postulados del partido denominado rojo primero, y después, constitucionalista”.
La oposición, encabezada por Casimiro Corral y Quintín Quevedo, propiciaba enfrentamientos y rebeliones en contra del gobierno. Sin embargo, Hilarión Daza, a cargo del Batallón Colorados de Bolivia, sofocaba los desórdenes que surgieron en varias capitales del país.
Frías convocó a elecciones presidenciales para mayo de 1876. Surgieron entonces varios candidatos, tales como Hilarión Daza, José María Santiváñez, Belisario Salinas, Jorge Oblitas y otros, cada uno pretendía representar a los grupos dominantes que se sucedían en el poder.
Daza contaba con el apoyo del sector militar, una mayoría de los decembristas o unitarios (corriente política impulsada en la región desde Argentina y propagada a
Bolivia y Chile) mientras que la minoría de los grupos políticos apoyaba a Oblitas. Los constitucionalistas se ubicaron al lado de Salinas y Santibáñez. Salinas renunció a favor de Santibáñez; Oblitas a favor de Daza y junto con sus partidarios, lo impulsaron a usar la fuerza de las bayonetas para acceder al poder.
Las corrientes ideológicas, sostiene Vasquez Machicado (1994), actuaron en forma efectiva en el campo político. Se trataba de una oposición de ideas y no de caudillos. Por un lado Eliodoro Camacho organizó un partido político con el lema “Viva el orden y mueran las revoluciones”, con tendencia liberal. Mientras tanto, los conservadores se les opusieron con el nombre de “constitucionalistas” bajo el liderazgo de personajes como Mariano Baptista. Posteriormente éstos recibieron el apoyo de los industriales mineros.
Durante los gobiernos de Agustín Morales, Tomás Frías y Adolfo Ballivián, la libertad de prensa propició la presencia de un tipo de panfleto diferente al de carácter netamente político: dio paso a uno dedicado al examen y la discusión de temas políticos republicanos.
A decir de Alipio Valencia Vega (1973), el proceso de crecimiento económico impulsado por el nuevo auge de la minería de la plata tuvo repercusión inmediata en la política, dando lugar a que, con las ganancias mineras, se pudieran organizar elecciones con candidatos de listas serias de partidos políticos: “Por eso sobrevino una época de madurez política”, sostiene el autor.
En 1884, las candidaturas a la presidencia se concentraron en potentados mineros como Gregorio Pacheco, Aniceto Arce y Eliodoro Camacho, constatándose así que quienes poseían el poder económico, poseerían el poder político.
Durante el siglo XIX, el periodismo boliviano tuvo una importancia crucial para la cultura y la vida boliviana en general. En los periódicos se debatían las ideas políticas, se hacía apología y se difamaba a los diferentes gobiernos, en tono panfletario. Además, hubo varias publicaciones de un vuelo intelectual muy importante que se podía apreciar por los colaboradores tanto nacionales como extranjeros. La prensa publicaba poesías, ensayos y cuentos. Era, en fin, un escenario muy dinámico, como se evidencia por el gran número de periódicos aunque nacían y desaparecían en poco tiempo.
Los centros de producción periodística en la República coincidían con la importancia económica y política de las regiones: por ello, Sucre y La Paz se constituyeron en los más importantes núcleos en la edición de periódicos de la época.
Según Víctor Santa Cruz (1991), la época inicial del periodismo boliviano transcurrió en los primeros años de la República cuando La Paz y Sucre fueron las ciudades de mayor importancia tanto económica como intelectual, por lo que fueron el punto de partida de la edición y la circulación de los primeros periódicos de Bolivia, como el Cóndor de Bolivia o el Iris de La Paz.
Las publicaciones de esta época fueron principalmente políticas más que periodísticas o informativas propiamente dichas. Las más aparecían con fines proselitistas o para sustentar el gobierno de turno por lo que desaparecían al poco tiempo.
La primera época del periodismo boliviano se cierra hacia el año 1860, ya que con el advenimiento a la presidencia de la República del Gral. José María de Achá, la prensa en general adquiere una nueva modalidad, se hace más combativa en política y, a la vez, deja el tono doctoral con que se hallaba descrita anteriormente, para dar preferencia al acento festivo (Santa Cruz, 1991:26).
En esta segunda época se advierte un pequeño progreso técnico ya que en La Paz y Sucre se instalaron prensas de mayor tamaño movidas a mano pero de tiraje más rápido; además, la función educativa de la prensa, en especial en el campo jurídico, demostró un progreso evidente.
La tercera época identificada por se inició a fines del siglo con un incesante progreso en la prensa boliviana. Desaparecieron las publicaciones efímeras para dar paso a publicaciones durables y con cierta imparcialidad en sus editoriales, además de convertirse en empresas de publicidad para dejar de servir a intereses políticos y personales o de clase.

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