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18 DE NOVIEMBRE DE 1841, JOSÉ BALLIVIAN A SUS TROPAS: “SOLDADOS, A ESOS ENEMIGOS QUE TENÉIS AL FRENTE, LOS VERÉIS DESAPARECER COMO LAS NUBES CUANDO LAS BATE EL VIENTO”

 Noviembre de 2017. Altagracia de Orituco, Venezuela.

Fuente: Campaña de 40 días: hecha por el ejército boliviano al mando de S. E. el General Ballivián, contra el ejército invasor del Perú a las órdenes del Generalísimo de sus armas D. Agustín Gamarra. / M. Rivadeneyra, 1842 – Bolivia

Situado nuestro Ejército en Sicasica y el enemigo en la Paz, después del reconocimiento militar de Calamarca que ejecuto con una de sus divisiones, se ocupó aquel de sus arreglos y este de talar nuestros campos, allanar nuestras casa para saquearlas en todas las horas del día y de la noche, en  asesinar nuestros compatriotas, en arrancar a nuestros hijos de los establecimientos de educación y de nuestros hogares para engrosar sus filas, en atacar todas las garantías sociales , en alterar nuestro sistema de hacienda, en profanar nuestros templos, y en cometes en fin cuantas depredaciones y atentados ejercieron los más bárbaros conquistadores de la edad media. El 6 se movió el enemigo de la Paz, y se acantono en Viacha, donde se fortifico, dejando guarnecida aquella ciudad con un batallón y una de lanceros. El 3 se había reunido nuestro Ejército el batallón 12 de Oruro: el 9 lo hizo la columna Ballivian de Cochabamba y el 11 los escuadrones de Coraceros, Guías y Dragones, a las órdenes del coronel José María Silva, con más de una compañía de infantería de Oruro reforzaron nuestras filas.
La reunión de estas fuerzas que esperábamos con ansiedad puso al ejército, aunque no en número igual al invasor, en amplitud de tomar ya la ofensiva y dar una nueva dirección a sus operaciones para concluir la campaña. S. E. se ocupó activamente en los días 11 y 12 de arreglos importantes en el ejército, del establecimiento de maestranzas, reemplazos formaciones de nuevos cuerpos de reserva, y en dictar todas las providencias necesarias para asegurar nuestra retaguardia y contener al enemigo con un nuevo Ejército, si la desgracia o la caprichosa fortuna, a pesar de nuestro civismo, del valor de nuestros guerreros y de la justicia de nuestra causa le hubiera acordado el triunfo.
El 13en fin se dio la orden de marchar, y el 14 se verifico en Ayoayo la reunión del Ejército, marchando las divisiones por un hábil combinado movimiento de los diferentes campos que ocupaban. El 15 se hicieron los últimos arreglos, y el 16 avanzo el Ejército sobre sobre Calamarca, apoyando su marcha sobre l prolongada cadena de montañas que cubrían nuestro flanco derecho, y cubriendo nuestra izquierda con una descubierta a las órdenes del coronel Magariños.
Ese día entro en línea el batallón 10, que redoblando sus marchas desde Potosí, se reunió a sus compañeros de armas para partir con ellos las fatigas y las glorias. El 17 se movió el Ejército en busca del enemigo, decidido a comprometer la batalla en la que cifraban tantas esperanzas, y de la que pendían tan altos intereses.
Varios avisos de nuestras descubiertas, informaron a S. E. de la permanencia del enemigo en el campo fortificado de Viacha. El Ejército hizo alto en Iñupampa, y S.E. le dispuso al combate en  tres líneas reforzadas por la artillería que debía cubrir los claros de las columnas en caso preciso, y apoyados los flancos por dos escuadrones de coraceros. En este orden  y dada la señal, se emprendió la marcha hasta hacer alto a una legua del campo contrario para dar descanso a la infantería , agua a la caballería y hacer un reconocimiento sobre el enemigo, que presento toda su caballería en columnas paralelas sobre su flanco izquierdo, apoyando su derecha  sobre el morro de Santa Bárbara en que había colocado su artillería, y situado su infantería en los parapetos de su campo. Nuestra descubierta avanzada sobre el enemigo, fue apoyada por el primer escuadrón de coraceros, a las órdenes del teniente coronel Saavedra.
Eran las dos de la tarde, y el enemigo se conservaba en sus posiciones sin aceptar combate cuando  S. E.  Ocupado en un reconocimiento sobre el Ejercito contrario a menos de media legua de su campo, fue informado de que le batallón Puno del Ejército  invasor había desalojado la Paz y venia en marcha a incorporarse a su Ejército. Se presentaba al parecer la oportunidad de cortar este cuerpo, y el Ejército conservando su misma formación, estrechando las distancias de las marchas, y cubierto su flanco izquierdo por una línea de tiradores  que ocultase su fuerza, se movió por la marcha de flanco en la dirección de un ángulo de 45 grados, tomando por lados el campo enemigo y a continuación de nuestra marcha, con el doble objeto de evitar la reunión de esta fuerza, de dar frente y presentar combate, si el enemigo para apoyar el batallón Puno salía de sus posiciones y comprometía un choque. Nuestro primer escuadrón de Coraceros siguió el movimiento, cubriendo nuestro flanco izquierdo y despreciando el fuego de una compañía de tiradores a caballo que el enemigo desplego en guerrilla, aparentando con un movimiento de la mayor parte de sus fuerzas que comprometiera el ataque; pero habiendo logrado la reunión del batallón Puno contramarcho a Viacha, y nuestro Ejército continuo su marcha hasta el campo de Ingavi donde vivaqueo. Este campo, que reconoció S. E. personalmente, es una extensa llanura que termina en el cerro de las letanías y montañas inmediatas a él. Un cienago continuado hasta las inmediaciones de Viacha aseguraba nuestra derecha, y se cubrió nuestro frente hacia el enemigo y a la izquierda, con compañías de cazadores avanzadas, y demás reglas del arte. Era este punto en que el Dios de los Ejércitos había preparado a los hijos de Bolívar el más justo y esplendido triunfo, Una lluvia continuada hasta la media noche ofreció molestias que animaban el entusiasmo de nuestra tropa, y que parece le excitaron a hacer el servicio con la más escrupulosa vigilancia y puntualidad.
Amaneció en fin la aurora del 18: el enemigo la saludo con el estallido de su artillería y el sonido de sus instrumentos bélicos. Nuestra artillería saludo también al padre de la luz, y una precursora de la que más tarde debía celebrar la más bizarra victoria, recordó al soldado boliviano, la augusta misión de que se hallaba encargado. S. E. ordeno que comiese la tropa y revistasen las armas. Ambas coas se ejecutaron con rapidez, y el Ejército a las 9 del día se encontró dispuesto al combate que aún no esperaba. Un parhelio que con los colores nacionales se advirtió en el disco del sol y que coronaba al Ejercito, llamo generalmente la atención de la tropa, que repetía sin cesar: El cielo ha desplegado triunfante el pabellón boliviano: camaradas a vencer.
A las 9 y media de la mañana, cumpliendo el que suscribe con una orden de S. E. , se hallaba ocupado del reconocimiento del cienago prolongado por nuestro flanco derecho, cuando fue advertido por un jefe de nuestra descubierta que se movían las masas enemigas. Mando advertir de ello a S. E. que lo había también notado, y que había ya ordenado formar los cuerpos.
El enemigo en efecto emprendió el movimiento por su flanco derecho, apoyándolo en el cerro de las letanías y en la cadena de montañas que le siguiesen al oriente. Un rápido cambio de frente por nuestra parte satisfizo los deseos de S. E. , por la exactitud con que se ejecutó. Nuestra línea apoyada en su derecha por el pantano, se formó en el orden siguiente: a la derecha los batallones número 10 y 12, mandados por el coronel Rivero; las seis piezas de artillería por secciones llenaban los claros de las columnas, y cuatro escuadrones de caballería cerraban a la ala izquierda de la línea; los escuadrones de Coraceros y los batallones 5º, 7º y 9º, formaban la reserva en segunda línea. El enemigo continuo su movimiento de circunvalación sobre nuestro campo, con el intento bien conocido de envolver nuestra izquierda; pero sin la resolución bastante para ejecutarlo a una distancia conveniente en que no pudiese ser burlado su intento. S. E. que penetro el objeto de la dirección de su línea, mando ejecutar un nuevo cambio de frente, reiterando la izquierda, y sirviendo de eje nuestra ala derecha apoyada constantemente sobre el cienago. Por resultado de este movimiento quedo cubierta la izquierda de nuestra línea con la casa de hacienda de Ingavi, tras la cual se situó emboscado el batallón de la guardia 5º de línea. Cuatro piezas de artillería colocadas a la izquierda de esta casa, y las dos restantes sobre el flanco derecho de nuestra línea, reforzaban nuestras alas. En este estado se esperó hasta el momento en que se empeñó la batalla. El enemigo a distancia de tres cuartos de legua sobre nuestro frente, en la misma llanura que ocupaban ambos ejércitos, sin obstáculos de ninguna de ninguna clase para sus movimientos, formo su línea en columnas paralelas y en el mismo orden de nuestra; marcho de frente con el denuedo que le inspiraba la persuasión, o ya de las reglas del arte para elegir la colocación de su caballería, o ya desconfiando de sí mismo, o ya tal vez faltado la unidad de acción en el mando absoluto, que es indispensable para dirigir una batalla, cambiaba su caballería repetidas veces de uno al otro costado de su línea. S. E. atento a estas variaciones, daba oportunamente nueva colaboración a nuestra caballería para oponerla a la contraria y comprometerla en cualquier dirección en que se encontrase. La línea enemiga traía una dirección opuesta al objeto manifiesto de envolver nuestra izquierda: había adelantado su derecha, y formaba una línea oblicua a la que ocupaba nuestro Ejército. S. E. conoció bien pronto tan sustancial error, y decidió desde ese momento envolver la derecha del enemigo tomándole de flanco esta ala: se necesitaba empero que el enemigo se aproximase  cuanto era necesario a la exactitud e impetuosidad del ataque, y para evitar que reconociese su error y rectificase su dirección; mando S. E. desplegar en guerrilla sobre este costado la compañía de cazadores del 8º, cubierta por una unidad de Húsares en tiradores y un escuadrón de reserva, con la orden de no oponer ninguna resistencia y e retirarse despacio para atraer insensiblemente ese costado del enemigo que con imprudencia comprendía. El éxito correspondió perfectamente al fin propuesto, pues la línea del enemigo con doble frente al de nuestro Ejército, formaba con la nuestra un ángulo poco mayor de 30 grados.
El enemigo rompió sobre su marcha el fuego de artillería con un cañoneo bien sostenido; ese fugo se fue contestado hasta que su aproximación ofreciese la seguridad de ofender con el provecho que esperábamos de la pericia de nuestros oficiales de artillería, que correspondieron  a las esperanzas de S. E. desde que se ordenó romper fuego. Nuestra artillería jugo con tan buen éxito, que desde el primer cañoneo causo en las columnas enemigas un daño manifiesto por los claros que habría.
Llenado el objeto, y cuando el costado enemigo se encontraba a doscientos pasos de nuestra izquierda, se dirigió S. E. al Ejército, y mostrando los invasores les dijo: “Soldados, a esos enemigos que tenéis al frente, los veréis desaparecer como las nubes cuando las bate el viento”.
Inmediatamente mando retirar las guerrillas, y ordeno al que suscribe cargarse con el batallón de la Guardia, el 8º y un escuadrón de Coraceros sobre la derecha del enemigo, con el objeto de envolverla por el flanco y variar de dirección para continuar barriendo su línea. Al mismo tiempo y con igual prontitud ordeno al general Luis Lara cargarse con tres escuadrones a la caballería enemiga que en ese momento cerraba su izquierda, y a los coroneles Silva y Rivero que atacasen de frente y a la bayoneta. Toda nuestra línea se puso en movimiento simultáneamente, y el ataque general se dio con tal ímpetu, bravura y ardimiento, que las dos alas del enemigo quedaron a la vez envueltas, sin  poder resistir al primer empuje  de nuestros bravos. Nuestra caballería sobrepaso la línea enemiga hasta su retaguardia, y nuestra izquierda arrollo su derecha, tomo la artillería y continuo el ataque sin detenerse un solo momento hasta terminar la batalla.
Éramos vencedores por ambos flancos, mientras el centro enemigo se mantenía a pie firme,  formando cuadros dos de sus batallones, y apoyándose en las pequeñas rancherías situadas en la llanura; en cada una de ellas peleo hasta morir entre los fuegos, el presidente de la republica  peruana y generalísimo de sus armas, rodeado de los cadáveres de muchos de sus jefes, oficiales y tropa.
La tenaz resistencia del centro enemigo obligo por fin a S. E. a emplear los batallones de reserva que hasta entonces no habían tomado parte en el combate, mandados por el coronel Santizabal y sus esforzados jefes Sanjines y Belsu, y a avanzar las piezas de artillería que con sus bien dirigidos fuegos de metralla acabaron de romper y dispersar los restos del ejercito enemigo, que cortado en su retirada emprendió la fuga en distintas direcciones, y en especial sobre la de Calamarca, en que fueron tomados incluso el general en jefe D. Ramón Castilla.
Cincuenta minutos de tiempo coronaron por fin con la más esplendida y bizarra victoria nuestras armas. Los dos gigantes del nuevo mundo, el Illampu y el Illimani testigos de esta brillante jornada, como monumentos eternos a nuestra gloria, transmitirán de edad en edad tan fausto hecho, y arrancaran de la posteridad más remota las bendiciones que merecen los nombres de los guerreros que han asegurado por siempre la independencia y libertad de la hija del Gran Bolívar.
Los trofeos de esta celebre victoria son 4 banderas, ocho piezas de artillería tres mil cuatrocientos fusiles, doscientas noventa lanzas, mayor número de sables, todo el parque enemigo, y cuanto componía el tren del ejercito contrario. Ha muerto en el campo y sobre su primera línea el generalísimo de las armas peruanas, y han quedado prisioneros en nuestro poder  el general en jefe D. Ramón Castilla, 24 jefes, 150 oficiales y .200 individuos de tropa. Esta jornada cuesta al Ejército boliviano la muerte de los bravos comandante Carretero, Sargento Mayor Taravillo, Edecán de S. E., Tenientes primeros Castilla y Fernández, Teniente 2º Espinosa, Alférez Labardin, 208 individuos de tropa y 434 heridos. El enemigo ha tenido más de 500 muertos, entre los que se cuenta un grandísimo numero de jefes y oficiales y 422 heridos. 

Fuente: Campaña De 40 Días / Boletín del ejército boliviano No 3 – Valparaíso Chile, Imprenta de Rivadeneira. 1842.
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Fuente: Campaña de 40 días: hecha por el ejército boliviano al mando de S. E. el General Ballivián, contra el ejército invasor del Perú a las órdenes del Generalísimo de sus armas D. Agustín Gamarra. / M. Rivadeneyra, 1842 – Bolivia.

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