Historias de Bolivia, Archivos Históricos.- Sitio dedicado a la recolección de notas periodísticas, revistas, libros, fotografías, postales, litografías, investigaciones, curiosidades, etc., etc. Todo lo relacionado con la historia de nuestra patria Bolivia. (Historia de Bolivia).

RELATO HISTÓRICO EN TIEMPOS DE LA GUERRA DEL CHACO: ¡¿CONTRA QUIÉN…?!

Despedida de contingentes a la Guerra del Chaco.

De: Carolina Barthelemy Vidal / Hazaña beniana en la Guerra del Chaco.

Tuuuu.......
TUUUUU…….
TUUUUUUUUUU………
En la agitada población se escuchó el clásico anuncio de la “Tahuamanu” manifestando su llegada a todas las fibras humana que se estremecieron porque esos triste pitazos, de ordinario recibidos con alborozo por que son la voz embajadora del Noroeste, que difunde los secretos de sus riberas, sus ruidosas
cachuelas y tumbos ebullentes; este día tan distinto la embarcación transporta grupos batalladores con el caucho, la castaña, abnegados chacareros, arriesgados cazadores quienes se desplazan por los ríos y las selvas para incorporarse a las
jurisdicciones de reclutamiento.

Bolivianos decididos que abandonan todo para defender la patria invadida, engrosando su aporte humano con los fogosos riberalteños que serán luego transportados con los demás voluntarios que no esperaron la movilización general y marcharan a protagonizar acciones heroicas en el Chaco Boreal.
Después de la solemne Misa de Campaña e imposición del “DETENTE” por las Madrinas de Guerra, el pueblo se convirtió en un ir y venir lleno de nerviosismo que llegó a su clímax con el agorero anuncio. Toda la población se concentró en el Puerto Oficial donde las marciales interpretaciones de una banda de Música sirven de fondo a las tristes despedidas; algunas tristes, dramáticas otras; pero todas con la amenaza siniestra que no se
atreven a mencionar. Padres, esposas, hijos, hermanos, novias y amistades acompañan acongojados a los valientes.

Por doquier se ven uniformados de rodillas ante sus atribulados padres:
– Que Dios te bendiga, hijo de mi alma. Cuídate mucho y reza con fervor.
– La bendición de tus padres te acompañará en todo momento, hijo, confía en Dios.
Se escuchan también gritos desesperados de los niños:
– ¡Papá…no se vaya…! ¡No se vaya, papito querido…!
Promesas de las novias:
– ¡Te esperaré hasta el último día de mi vida!
– ¡Te llevas mi alma y mi corazón!
– ¡Siempre estaré al lado de tus padres cuidándolos!
– ¡Te escribiré una carta cada día!

La lancha lanzó sus pitazos característicos que impresionaron como clarín de silencio… incertidumbre… interrogantes… al mezclarse con los últimos gritos desolados del terrible… ¡ADIOS…! Y desapareció entre una estela de humo y vapor tras el horizonte radiante y misterioso del río Beni, llevándose a los arrojados “BUZOS DE LA SELVA”. En las riberas quedaba la cruda realidad desesperante.

Así lo comprendió Paula y abrazando a su inconsolable suegra y a sus hijitos llorosos, emprendió el camino a su hogar sumergida en el desierto de sus tristezas y responsabilidades, porque ha quedado sola con tres hijos pequeños, una suegra casi anciana que vive a media cuadra acompañada por dos fieles criadas. Y a
todos debe atender y proteger.

Necesita planificar su nueva vida de acuerdo a un presupuesto rígido y, aunque inexperta en ciertos aspectos, posee la preparación completa de la excelente Escuela Primaria del pueblo, donde en las prácticas deportivas alternó con el arrogante porteño que después sería el compañero de su vida, muy admirado por su carácter para organizar e imponerse y que a ella le gustó, además por su gran simpatía y apostura atlética.

Por el carácter independiente de Paula sus padres proyectaban enviarla a Italia para que adquiriera una profesión, algo raro a comienzos del siglo veinte; pero su papá era extranjero y entreveía la necesidad de preparar a sus hijas para algo más que para “señora del hogar”, pero el amor triunfó y se unió a Hernán, quien como hijo mayor, se hizo cargo de las propiedades gomeras de la familia cuando su padre falleció inesperadamente.
Se establecieron en la naciente barraca de Puerto Rico, lugar paradisiaco en la confluencia de dos hermosos ríos que al unirse forman el Orthon, considerado por los exploradores como el más pintoresco del planeta.

La joven esposa quedó fascinada al contemplar los dos colosos tan opuestos en el caudal de sus aguas: claras y transparentes las del Manuripi como oscuras y turbias las del Tahuamanu, con gran riqueza piscícola y forestal, embellecidos por una exclusiva colección de aves y mariposas multicolores que animan el paisaje siempre nuevo.
– Este será por ahora nuestro hogar, querida esposa y perdona por traerte a este monte inhóspito y endémico, pero te protegeré de todos los peligros.
– No digas eso. Es un lugar maravilloso y nadie en el mundo habita un hogar tan extraordinario. Gracias por brindarme este edén de belleza suprema que no soñé jamás. No te fallaré, Hernán… y labrando la tierra cosecharemos felicidad, mucha felicidad. Ya verás.
– No esperaba tanta abnegación de mi mujercita. Yo tampoco te fallaré. Seremos una pareja siempre unida por el amor y la confianza.
– Y por nuestros hijos.
– ¿Te animarías a ser madre en estas soledades, Paula?
– A tu lado me animo a todo. Este es el lugar ideal para formar una familia porque estamos en los límites del cielo. Entre la realidad y la fantasía, custodiados por estos majestuosos árboles de Mara.
– Además de mi gran amor, tienes toda mi admiración, Paula, ha sido una bendición conocerte.

Ella transformó la cabaña en una vivienda tan pintoresca como acogedora y se entregó a las necesidades familiares y del personal compuesto por cavineños, araonas, chamas y algunos chiquitanos venidos de Santa Cruz cuando la construcción del ferrocarril en Cachuela Esperanza, matriz de “Suárez Hermanos”,
el imperio económico más grande que ha existido en los llanos de Bolivia.
En este pequeño mundo vivía muy a gusto, porque su visionario padre la educó para enfrentar dificultades y alcanzar sus logros con los principios de la Fe, Perseverancia y Esfuerzo, y su madre en una vida activa y ordenada.

Al conocer el conflicto internacional, arrendaron algunas “estradas” y se trasladaron a organizar la estadía de Alina y los niños en el pueblo, pues él y los trabajadores se pusieron bajo bandera. Serenamente Paula fue haciendo el análisis de su realidad económica, el dinero a recaudar por arriendos y cuentas por entregas de goma y castaña, les alcanzaría para un año. Si la guerra se prolongara que, por supuesto nadie lo esperaba, vendrían las reservas almacenadas en el fondo de la vivienda. Para situaciones muy especiales, atesora una cierta cantidad de libras esterlinas, saldo del boom gomero.

A los dos meses recibieron las primeras cartas de Hernán. A ella le contaba las penurias hasta llegar a Villamontes y los horrores del infierno chaqueño; aunque traslucía cierta tranquilidad por la seguridad económica en que dejara a su familia. Envió una fotografía dedicadas a sus hijitos para quienes pedía protección
especial a las dos madres.

Comenzó el año escolar y llevó a Hernancito, que tiene los ocho años reglamentarios, para que se inicie en la lucha por la vida.
– Le recomiendo, profesor, le enseñe la diferencia entre el hogar, la escuela y el mundo. Que entienda bien que el mundo no es para él solo. En toda clase de competencia aprenderá a triunfar por su propio esfuerzo y a aceptar derrotas. Sea flexible con él para que tengamos un hombre de provecho.
– Como fuimos con ustedes. Todas resultaron excelentes mujeres. En especial tú, Paula.
– Así, maestro, así. Disciplina, mucha disciplina.
Paula pasó muchos meses cobrando deudas que muy pocos cancelaron quejándose de la situación y hasta algunos desaparecieron de la población, por lo que se vio obligada a vender sus reservas.

Pasó un año y la guerra continuaba con su crisis ascendente, mendigos por las calles, niños desnutridos, gente desorientada; especialmente por la tradicional sujeción familiar aunque ya se veían algunas en empleos públicos como el correo y el abasto. Sólo un inicio, porque después se las vio manejando carretillas y
carretones, atendiendo verdulerías y pequeños negocios, piloteando canoas con productos agrícolas. Idos los hombres y disminuida la producción, ellas los reemplazaron resueltamente en todas las actividades que antes ignoraban por completo.
Su suegra enfermó y debió apelar a las monedas de oro que mermaron muy rápido como sus provisiones, las gallinas y los cerdos de su canchón porque todo escaseaba.

La situación empeoraba día a día preocupándola cada vez más, pues crecía la escasez, las necesidades, miseria… y… ¡crecía la guerra! El hambre se campeaba por los pueblos aunque no entró a la privilegiada población.
Porque la castaña se lo impidió así como la caza, la pesca y la gran variedad de frutas silvestre pusieron muchas distancias entre la miseria y las familias ribereñas.

La joven madre empezaba a desesperar y aparentaba seriedad para no asustar a los pequeños que preguntaban:
– ¿Cuándo regresa Papito, mamá?
– No se sabe.
– ¿Qué hace allá?
– Está peleando, hijitos.
– ¿Peleando? El siempre nos dice que no tenemos que pelear con nadie.
– Defiende a la patria. Rueguen para que no le pase nada y regrese pronto.
– Yo le he prometido a la Virgencita del altar mayor, que seré un niño obediente para que a él y a mis tíos no les pase nada.
– Y yo comparto todos los días mis canecos de leche con el huerfanito del frente, porque dice el padre Lucas que eso trae bendiciones y yo las pido para papi y mis tíos.
– Bien, hijitos, sean siempre así que no sentiremos orgullosos, lástima que no podamos darle más leche a ese niño y a su familia, porque la única “parida”, ya da muy poca.
La situación en casa de su mamá no era mejor. La tragedia envolvía a todos. Era urgente una solución y se dirigió para allá a consultar con Grisel.
– No sé qué decirte. Los cuidantes y arrendatarios abandonaron las propiedades.
Ya vendí toda la madera que teníamos en casa. Las libras de mamita ya van por “pico ´e sucha” y no quisiera gastar más, las podemos necesitar para casos extremos. ¡No sé qué hacer…! Sola y con cuatro hijos chicos.
– No llores, hermanita. Nuestra situación es la misma y muchas familias están produciendo en la tierra lo que necesitamos para nuestros familiares.
– ¿Y qué hacemos con los chicos, mamá, y tu suegra?
– Reunimos todo en mi casa al cuidado de las criadas de mi suegra y Nana que quiere tanto a nuestros hijos y, como lanchas van y vienen con frecuencia, les mandamos lo que produce “el chaco” que es bien grande. Hace tiempo que los muchachos andan descalzos y allá les hacemos bota de goma.
– ¿Y lo demás?
– Les abrimos una cuenta en la pulpería de Yamauchi que tiene de todo y le pagamos con goma y castaña, pues como se rumorea de una segunda guerra mundial, la goma está subiendo de precio.
– ¿Y quién nos acompañará?
– Contrataremos algunos “picadores” araonas, son excelentes trabajadores, buenos cazadores, hábiles pescadores y siempre llevan a sus mujeres. Además en las barracas vecinas las gente es muy servicial. ¿Qué te parece la solución que te propongo para nuestra situación tan difícil?
– Si no tenemos otra…
– No hay otra salida para nosotras y en una semana podemos organizar todo y embarcarnos en la “Helvetia” que está por llegar.
Continuaban las hermanas con sus proyectos cuando llegaron de la escuela los dos niños mayores con una noticia que les preocupó aun más.
– Nos vacunaron contra la viruela y dijo el Director que las clases se suspenden porque la guerra sigue, no se sabe hasta cuándo. Hay mucha escasez y los precios suben y suben.
– Como todos andamos descalzos y con la ropa tan remendada, algunos nos pisan y nos preguntan ¿Qué marca son tus zapatos? y a Sebastián ayer le preguntaron de cuál género fue su camisa.
– Me parece mejor así, porque las lluvias dejaron mucha bronquitis.
Informadas las abuelas de los proyectos, aceptaron atender y cuidar a sus nietos, aunque consideraban muy peligroso que dos mujeres solas se internaran selva adentro.
– Pueden llevar a los mayorcitos para que les ayuden y las acompañen.
– Me llevo a Hernancito.
– Y yo a Ramiro y a Pablito.
Partieron las valerosas hermanas decididas a desfilar al monstruo verde, a los ríos, a los elementos y a todo lo que se le opusiera para defender la vida de sus familiares, aunque sólo acompañadas por una pareja de nativos con un hijo de once años.

De los demás, un “chiquitano” que los conocía dijo: “chanapi,
chanapi”, (no hay, no hay). Desde los primeros contactos con el imponente escenario, Grisel y sus hijos se maravillaron por tanto esplendor, aunque después de todo asustó a la oscuridad del monte y la soledad agresiva que les rodea, teniendo como poética compensación al armonioso fondo musical de una completa colección de aves canoras y el susurro de esbeltas palmeras, en la frondosidad más fastuosa que se puede imaginar, porque en la exuberante Amazonía, su ecología es plegaria y solemne y permanente a la grandeza del creador. Los primeros días fueron de limpieza, pues aunque contaban con un cuidante responsable, atacado por las fiebres malignas, abandonó sus obligaciones para ir en busca de salud. La maleza envolvía todo en su invasión irrefrenable dificultaba cualquier desplazamiento; pero con voluntad in quebrantable, los recién llegados, para quienes lo único invencible en la vida es la muerte, emprendieron el insólito desafío, aunque en las vecindades todo era desolación y abandono.

Como es tiempo de recolección, reunieron grandes cantidades de coco y, quebrarlos, fue la primera ocupación de los niños que tuvieron la satisfacción de enviar muchas bolsas de almendras a la familia con otros productos; primera remesa de emergencia. Además charque de pescado y puerco salvaje porque parte del ganado había desaparecido y aún no podrían disponer de los vacunos.
– ¿Por qué no están nuestros caballos en los potreros y nuestro ganado en los corrales, mamita?
– Porque se los llevaron o porque se los comió el tigre. Es la ley de la selva, hijito. Umaday y sus familiares se fueron algunos meses atrás y estaba desprotegido.
– ¿Quiere decir que se llevan lo que encuentran aunque sea ajeno?
– Como estamos en guerra tenemos que resignarnos y aceptar cosas como éstas, Ramirito, porque las necesidades son grandes.
– ¿Y por qué estamos en guerra?
– Porque nuestros diplomáticos no resultaron lo bastante capacitados para evitarla.
– ¿Y que son diplomáticos?
– Las personas encargadas de las relaciones del Estado con las demás naciones.
– Cuando sea grande seré Diplomático para que no tengamos más guerra, extraño mucho a papá y no me gusta estar sin él porque nos hace mucha falta.
– Dios te oiga, Ramirito, haremos cualquier sacrificio para que logres tus aspiraciones.
– Todos te ayudaremos y aprovecharé para enseñarte el italiano y el inglés que nos enseñó papá. Como buen padre, soñaba con que estudiáramos en el extranjero. Ya que no fuimos sus hijos, que vayan sus nietos.
– Gracias mamá. Tía Paula, aprenderé sin acobardarme lo que sea, para ser diplomático.
– Así se habla. Tienes usted el mismo temple de mi padre, hijito querido.
Con el esfuerzo de toda la pequeña comunidad se convirtió en un verdadero campo de batalla contra todo lo negativo. Los niños aprendían entusiasmado lo que ignoraban y las mujeres guiadas por los prácticos nativos, son eficientes “siringueras” y en pocos meses tienen una buena cantidad de “bolachas” que una lancha rescatadora les compró e indicó plazo para regresar encargando,
además cueros de saurio y animales silvestre. Los envíos a la familia eran regulares con producto de la estación y abundante fruta, así como miel de caña y aceite de almendras preparados por ellos.

Las revistas y los periódicos las mantienen informadas sobre el curso de la contienda y, las cartas, sobre la vida familiar y la situación de los combatientes, bastante optimistas porque ellas sólo les comunican lo más interesante y agradable.
Con sacrificio y altibajos la vida en Puerto Rico se desliza con ritmo lento y agotador, rodeado de ese hechizo mágico de lo encantador aunque peligroso, hasta que las lluvias torrenciales limitaron las actividades por un tiempo.
Disminuido el diluvio, reiniciaron algunas para cubrir las necesidades más apremiantes.

Quince meses llevan en ese destierro voluntario rodeados de peligros, sabandijas, agua y la sugestión verde, cuando llegó el anuncio esperado... ¡ TERMINÓ LA GUERRA! Todos lloraron de emoción y, reunidos, dijeron gracias a Dios. Pronto estuvieron en Riberalta con todo dispuesto para esperar a los excombatientes.
El momento ansiado y temido empezó a vivirse mientras desembarcan los que partieron tan entusiastas y regresan en deplorables condiciones.

Cuánta amargura en los semblantes mustios. Ánimos por el suelo. Muchos con su anatomía deteriorada pues llegan sin piernas, cojos, mancos, tuertos. Un loco y un ciego completan el cuadro desgarrador, sin que falte un amnésico que no reconoce a sus familiares y un afásico que no puede hablar. El ambiente se llenó de gritos, llantos, sorpresas por motivos diferentes.
– ¡Papacito…! Gritaron los hijos de Hernán lanzándose a su encuentro.
El los levantó, estrechó a todos contra su corazón con ternura infinita y pregunta por la pequeña Cristina.
– Está en la casa con nuestras madres esperándolos, manifestó Paula conteniendo los sollozos.
– ¡Paula! ¿Qué les ha pasado a ustedes? Están más estropeados que yo. Parece que los tres regresáramos del Chaco.
– En la casa lo sabrán todo. Nos reunimos con los demás y nos vamos. Se unen al grupo de Pablo y Grisel así como hermanos de ambos y se encaminan a llenar de alegría a las ansiosas mamás.
Pasaba la gran emoción de los encuentros e informados de la odisea familiar, ellos se lamentan amargamente.
– ¿Qué te parece Hernán? El paludismo te quitó una hijita. Mi Pablito devorado por un caimán tratando de cazarlo. Nuestras esposas se quemaron “defumando” y han trajinado las “estrada” y los chocolatales llenos de peligros, tumbaron árboles para hacer leña, cazaron, charquearon, templaron cueros, melearon, remaron en los ríos cuajados de caimanes, Ramirito se salva por milagro de la picadura de una “cascabel”. Hernancito perdió un
índice partiendo cocos, y han soportado grandes rigores ¡nuestros muchachitos hechos “hombre” antes de tiempo! Y nosotros volvemos ilesos de esta guerra estúpida.

– Resulta que mientras peleábamos con los paraguayos, nuestras familias sin protección sostenían otra guerra peor contra la adversidad, el hambre las enfermedades y las fieras de la selva.
– ¡Qué desastre completo! No sólo perdimos miles de vidas jóvenes y muchos kilómetros de territorio, también parte de nuestra familias que dejamos, ¿De qué nos sirven las medallas sino podemos borrar tanta desgracias y reparar todos los daños?
Con desesperadas vehemencia y profunda amargura, Rodolfo, el hermano menor de Rosario y Paula, protestó.
– Pensar que hemos participado de una guerra y ¡UNA GUERRA ES EL MAS GRANDE DE LOS CRÍMENES, PORQUE PERDEMOS TODOS! Un infierno que nosotros mismos preparamos en la tierra, si no era por usted, madrecita santa, me hubiera dejado matar por los “pilas”, porque nos enloquecía la sed, el hambre, el calor infernal, el cansancio, el olor de los cadáveres insepultos y otras iniquidades peores que la metralla, porque no les podíamos
hacer lance. Mirando cuerpos abiertos y miembros desparramados, pensaba que un corazón de ésos o una cabeza, podía ser de mis hermanos, o ¡MIA!

Las veces que los sesos de un compañero reventaron en nuestras caras ¡Cuántos muertos por falta de atención! Y ¡Cuántos pusieron fin a sus angustias con su propia mano! Verdaderos cuadros macabros y…
– ¡Basta, hermano! Ya es suficiente. No sangremos ni hagamos sufrir que acá no han estado en el paraíso.
– Perdonen todos. Habíamos acordado no mencionar esto, pero me rebela que se gaste tanta plata en una guerra inútil y no haya para erradicar la malaria y el paludismo que nos destruyen tan vidas cada año, ya ven ¡mi ahijadita querida, tan cariñosa y tan inteligente!
– ¡Hijitos! … ya todo pasó y estamos juntos otra vez. Dios nos escuchó y ninguno de ustedes sufrió daños. El nos dará resignación y nos ayudará a olvidar.
– Gracias a sus oraciones, madrecita, hemos regresado sin rasguños y porque con papá nos prepararon para hacer frente a cualquier situación, pero ¿y los daños del alma, mente y espíritu? Será muy difícil olvidar tantos horrores que hemos vividos.
– Con mucho cariño y entregados nuevamente el trabajo lo olvidarán, hijitos.
Tengan fe en Dios y en la gran voluntad de vencer que siempre demuestran.
– Ojalá podamos lograrlo, señora, porque esa es la otra guerra que nos espera.
– Y más difícil borrar tanto dolor y el espanto que nos deja esa horrorosa carnicería humana y …
– En definitiva
– ¡Señor de cielos y tierra! ¿CONTRA QUIÉN ES LA GUERRA?



1 comentario:

Historias de Bolivia. Con la tecnología de Blogger.