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EL REY DEL ESTAÑO Y ORURO


Simón Iturri Patiño (1860 – 1947) nació un 1 de junio de 1860 en el pueblo de Caraza, ahora conocido como Santiváñez. Sus padres fueron Eugenio Iturri, de origen vasco, y Maria Patiño. A los ocho años, Patiño inició sus estudios en el colegio Seminario de Cochabamba, el primer empleo del cual se tiene noticia fue de vendedor de artículos importados en la tienda de Cincinato Virreira, en Oruro, entre 1882 y 1884. Desde temprana edad Patiño se dio cuenta que el futuro estaba ligado a la actividad minera, así decidió trasladarse al centro minero Huanchaca, dirigido por Aniceto Arce, futuro presidente en aquella época.

En los años noventa, se fue a Oruro, luego de una corta estadía en Cochabamba, esta vez empleado de confianza en la firma comercial de Hermann Fricke y Compañía. Fueron años provechosos para su formación, durante los cuales aprendió mucho sobre los minerales y su mercado. A los 28 años, el 1 de mayo de 1889, Simón I. Patiño se casó con Albina Rodríguez Ocampo, en la catedral de Oruro, la novia era descendiente de una antigua familia de mineros orureños. Dos de ellos, Jacinto y Juan de Dios, habían sufrido las consecuencias de los levantamientos indígenas de 1781, que provocaron el estancamiento de la actividad minera en toda la región.
Albina fue una compañera ejemplar para Simón I. Patiño, supo luchar a su lado y compartir con él los duros comienzos, tuvieron siete hijos, de los cuales sobrevivieron cinco: René, de constitución enfermiza que murió en 1976, Antenor, Graziella, casada con el boliviano Jorge Ortiz Linares, Luz Mila casada con el conde francés Guy du Boisrouvray y Elena casada con el marqués español José López de Carrizosa. En Oruro, Patiño conoció al minero de origen potosino Sergio Oporto, con el cual un 26 de agosto de 1895 conformó una sociedad para la explotación de la concesión minera “La Salvadora”, en el cerro Juan del Valle-Espíritu Santo.

Patiño relataba que el encuentro con Oporto y la formación de la sociedad le habían parecido siempre una extraña coincidencia del destino, porque desde sus primeros tiempos en Oruro, de los cuentos y anécdotas de los laboreros, en torno a las minas antiguas y a las fabulosas vetas que éstas encerraban, uno en particular había quedado impreso en su mente: el de Juan del Valle. Contaba la leyenda que Juan del Valle, soldado de Conquista, llegó a Chayanta con unos cuantos compañeros y empezó a excavar en búsqueda de la codiciada plata, en efecto encontró una veta, pero se trataba de estaño, mineral que en aquellos tiempos carecía de valor. El cerro que registró sus andanzas quedó con el nombre de Juan del Valle, añadido al de Espíritu Santo con que él lo había bautizado. Así mismo, pasaron los siglos hasta que en 1870 el minero Honorato Blacutt redescubrió la veta, que abandonó en 1875. Finalmente, después de varias vicisitudes, la concesión fue a parar a manos de Oporto. La sociedad se disolvió en 1897, quedando Patiño como único dueño. Siguieron años de mucho sacrificio, durante los cuales Patiño perseveró la baja productividad, las deudas contraídas y la Guerra Federal de 1899.

Fue así que la esposa junto a sus hijos fue a acompañarlo a la montaña, un día encontraron la veta de estaño más rica de la región y tal vez del mundo. Patiño emprendió de inmediato su explotación en gran escala, con tecnología moderna, las primeras ganancias le sirvieron para pagar sus deudas. La alegría fue momentánea porque unos mineros , los hermanos Artigue le entablaron juicio, dudando de la legalidad de la concesión a su nombre. Años posteriores se enfrentó a otros juicios, pero pudo sobrellevarlos.

En 1906, fundó el Banco Mercantil con oficina central en Oruro y sucursales en todo el país y en Antofagasta. Patiño, quien en un principio vendía sus minerales a través de la firma de Félix Avelino Aramayo, decidió posteriormente vender en forma directa. En 1909, instaló, con este fin, una primera oficina para la venta en Europa, en Hamburgo, Alemania.

En 1912, por sus intereses mineros, bancarios y las propiedades urbanas en Oruro y Cochabamba, Patiño era, indudablemente el hombre más rico de Bolivia. En 1920 extraía el 40% del estaño boliviano, en 1918 su nombre aparecía en las revistas internacionales, entre los hombres más ricos del mundo, así en 1920 su empresa poseía el 41% del estaño mundial. En efecto, Patiño supo integrar las operaciones mineras en un vasto conjunto empresarial y financiero.

En París, Don Simón se dedicaba al trabajo y a desempeñar las funciones de Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Francia y por algún tiempo, en España. Doña Albina atendía a los hijos y al hogar, donde los bolivianos residentes o de paso siempre encontraban una cálida acogida. Los esposos Patiño amaban pasar temporadas en la mansión que habían adquirido cerca de Niza, sobre el Mediterráneo, Chateau Valrose, o en la que poseían en Biarritz.

En las dos guerras mundiales, Patiño abrazó la causa de los Aliados, a los cuales aseguró la provisión de minerales. Durante la Primera Guerra Mundial, no dudó en cortar las relaciones con el imperio alemán, no obstante el “Aguila Roja” de Prusia. A pesar de vivir lejos de la patria, Patiño nunca dejó de pensar en ella, como lo demuestran las obras que realizó: la Granja de Pairumani, el Palacio Portales y el Banco Mercantil. Durante la Guerra del Chaco, Patiño donó al país dos aviones Junkers J.B. 52, bautizados con los nombres de Juan del Valle y Huanuni. Hizo también importantes donativos en dinero y se ocupó desde Europa, de la compra del material bélico.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Patiño decidió trasladarse a Nueva York, instalando su despacho en una de las torres del Waldorf Astoria, sobre Park Avenue. En esta fase, ya con el sagaz apoyo de Antenor su hijo, ejerció gran influencia en los mercados bursátiles, creó algunas suspicacias y celos entre adinerados círculos norteamericanos y adquirió varios conglomerados industriales, mineros y de transporte, entre ellos el consorcio W.R. Grace Company. Al cumplir los ochenta años, Patiño decidió que había llegado el momento de dejar los negocios a los hijos y nietos y de retirarse en la paz del valle cochabambino, pero no pudo cumplir su sueño. Por razones de salud, tuvo que detenerse en Argentina, repartiendo su tiempo entre Buenos Aires y Mar del Plata, finalmente un 20 de abril de 1947 murió a los 87 años durante el sueño- Su cuerpo fue trasladado, con todos los honores a Cochabamba , el gobierno boliviano decretó duelo nacional. Sus restos reposan en el mausoleo familiar situado en el magnífico parque de Pairumani, al lado de su esposa Doña Albina y de sus tres hijos: René, Antenor y Graziella.

Fuente: Patiño: El Rey del Estaño – Charles Geddes
Extracto de: socialprada.wordpress.com



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