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LA GUERRA DEL CHACO Y LA POSICIÓN ARGENTINA ANTE EL CONFLICTO

Soldados bolivianos cavando trincheras.

Por: Maximiliano Zuccarino Universidad Nacional del Centro de la Pcia. de Buenos Aires / CONICET / maximilianozuccarino@yahoo.com.

El fragmento precedente, extraído de una obra literaria del escritor y excombatiente boliviano en el Chaco Augusto Céspedes, representa un primer acercamiento al apoyo brindado por el gobierno argentino presidido por el general Agustín P. Justo (1932-1938) a la causa paraguaya durante la Guerra del Chaco, premisa sobre la cual se asienta el presente trabajo. Pero antes de abordar esta cuestión en particular, resulta conveniente presentar una contextualización del mencionado conflicto bélico, destacando algunos de sus rasgos más salientes. El mismo se extendió por un lapso de tres años (junio/septiembre 1932-junio 1935), y concluyó, desde un punto de vista estrictamente militar, con la victoria del Paraguay. Las posteriores negociaciones de paz también duraron aproximadamente tres años, desde el fin de las hostilidades hasta julio de 1938, y fueron llevadas a cabo en Buenos Aires, casi en su totalidad bajo la dirección del canciller argentino, Carlos Saavedra Lamas.

Podría señalarse que la Guerra del Chaco fue el conflicto armado más importante acaecido en suelo americano a lo largo de todo el siglo XX, atendiendo a las pretensiones territoriales de una y otra parte, a la vastedad de recursos y hombres movilizados, y al armamento que se utilizó, en muchos casos como banco de pruebas de cara a la Segunda Guerra Mundial. También el aspecto geoestratégico jugó un rol importante en la contienda, puesto que la búsqueda de una salida atlántica por parte de Bolivia, que había perdido su salida al mar a manos de Chile en la Guerra del Pacífico (1879-1883), fue un factor determinante para el estallido de la contienda, como así también lo fue el nacionalismo de la clase dirigente y el pueblo paraguayos, el cual se hallaba cimentado en la tradición guerrera guaraní, en la histórica predisposición de sus habitantes rurales a defender su espacio de invasores extranjeros, y en la reverencia profesada a la valentía casi mítica de próceres como Adolfo Rojas Silva y Francisco Solano López; todo lo cual condujo al Paraguay a considerar al Chaco Boreal como parte integral de su territorio.
Asimismo, también deben considerarse los intereses de las petroleras internacionales que operaban en la zona en disputa (Standard Oil y Royal Dutch-Shell), las cuales, según algunos autores como Sergio Almaraz, Julio J. Chiavenato, Arturo Frondizi o Alfredo Seiferheld –entre otros– habrían promovido el conflicto armado en procura de hacerse con un territorio supuestamente rico en petróleo. Esta posición, recurrente en la tradición de la izquierda antiimperialista, ha sido puesta en discusión en trabajos recientes como los de Stephen Cote, quien, si bien considera al petróleo como un factor clave en el estallido de la Guerra del Chaco, no centra su análisis en los intereses extranjeros sino en la creciente necesidad por parte de Bolivia de incrementar su producción petrolera para abastecer el consumo urbano y la industria minera y, al mismo tiempo, encontrar una salida fluvial para exportar los excedentes de la misma a través del río Paraguay hasta el Océano Atlántico.
Otros autores, como Carlos Gómez Florentín, Alberto Crespo y Cecilia González Espul, colocan el acento en las condiciones del clima, el terreno y la etnicidad como factores determinantes del triunfo de las armas paraguayas. Los soldados bolivianos, bajados del Altiplano –en su mayoría indios aymarás y quechuas provenientes de las montañas–, tenían que combatir en una tierra desconocida, con elevadas temperaturas y enfermedades ignoradas, muriendo miles de ellos a causa de la sed. El soldado paraguayo, en cambio, estaba acostumbrado al calor y a la selva, en la que se desplazaba con destreza. Asimismo, otro aspecto decisivo fue la dificultad ocasionada por la diversidad lingüística de la población boliviana: la comunicación entre quechuas y aymarás era poco menos que imposible, restando unidad a sus movimientos y complicando la transmisión de órdenes e instrucciones. En esas condiciones, tenían que combatir contra un ejército cohesionado íntegramente por la lengua guaraní.
En esta línea, un factor adicional que contribuyó al triunfo del Paraguay fue que, pese a estar en inferioridad de condiciones respecto de Bolivia al momento de la guerra, estaba mucho mejor preparado de lo que se creía. En rigor de verdad, Bolivia tenía una clara superioridad, no sólo en presupuesto nacional sino en habitantes, territorio, fuerzas armadas y armamentos en un promedio de 3 a 1, y además contaba con una rica base de minerales con la que abastecerse y obtener divisas para comprar más armas. Sin embargo, como el presidente paraguayo Eusebio Ayala advertía en su mensaje de apertura de las sesiones del Congreso de la Nación, en abril de 1933: “Bolivia ha puesto su fe en las ventajas materiales que posee, mas la guerra no se hace únicamente con empréstitos y generales contratados”.
A lo que se refería el mandatario era a la estrategia seguida por su país de cara al conflicto bélico: la secreta inversión del 60% del presupuesto en la preparación bélica destinada al aprovisionamiento de equipamiento militar de diversas fuentes –Estados Unidos, Argentina, Chile y unos diez países europeos–, lo cual le permitió comprar lo mejor de cada uno. En contraste, las armas adquiridas por Bolivia mediante un gran y único contrato con la casa británica VickersArmstrong no tuvieron el efecto deseado: se recibió entre un cuarto y un tercio del material acordado (en parte debido a que estados vecinos como Argentina y Chile bloquearon algunos embarques), el cual no pudo ser eficientemente transportado hasta el frente en el Chaco debido al precario sistema de transportes interno.
Ahora bien, la eficiente preparación militar del Paraguay pudo ser llevada adelante con suceso gracias a diversas circunstancias, entre ellas la ayuda de la Argentina, país que, además de asesorar a su vecino en las compras de armamentos en Europa y destinar una misión militar instructiva a Asunción, permitió el transporte hacia territorio paraguayo de los embarques de material bélico antes y durante la guerra, mientras, como se ha visto, bloqueaba los envíos a Bolivia. A esto se refería el Ministerio de Guerra británico cuando, en un informe previo al estallido de la guerra, concluía que Bolivia debería triunfar, a menos que Argentina “le dé una mano” al Paraguay.
En este sentido, la postura adoptada por la Argentina fue desde un comienzo favorable al Paraguay, país al cual ayudó –en forma encubierta debido a la neutralidad formalmente declarada de múltiples maneras: al citado permiso de transporte de material bélico podrían sumarse los préstamos en efectivo y la provisión de armamentos provenientes de los propios arsenales argentinos, así como también de trigo y nafta, entre otros productos. En las páginas siguientes se buscará proporcionar una explicación plausible a esta actitud adoptada por el gobierno argentino.
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