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DAZA Y LA DESMENTIDA VERSIÓN CARNAVALESCA DE LA PÉRDIDA DEL PACÍFICO


Por: Ricardo Aguilar Agramont es periodista de La Razón / Publicado en el periódico La Razón, el 19 de febrero de 2012.

Que la historia la escriben los vencedores es la máxima que se repite sin discusión al referirse al discurso de esta ciencia; pero que los vencidos se encarguen de difundir sistemáticamente, generación tras generación, la versión relatada por quienes los derrotaron no se ha visto sino en el caso de la Guerra del Pacífico, cuando se dijo que el presidente Hilarión Daza (foto) ocultó la noticia de la invasión chilena en su afán de que las celebraciones carnavaleras de 1879 continúen. Esa afirmación ya fue desmentida de manera fundada por distintos historiadores.
A partir del año de la guerra, es Chile, en una campaña programática de desprestigio de Bolivia, a través del historiador de este país, Benjamín Vicuña Mackena, que inicia la mentira, la que sería repetida por los bolivianos ligados a la facción de Narciso Campero (quien golpea a Daza cuando éste se encontraba en pleno campo de batalla en Perú) y luego perpetrada por los intelectuales bolivianos posteriores a la guerra.
Gabriel René Moreno, que es uno de éstos últimos, reproduce la versión con una técnica irrisoria que la narratología no dudaría en llamar “historiador omnisciente”: “Guardando el Presidente de Bolivia (Daza) en los bolsillos de su disfraz la noticia por tres días, reservó su sorpresa para después de los carnavales”. Este mismo relato fue adoptado por la historiografía liberal del positivismo (encabezada por Alcides Arguedas) a partir de la aseveración por el líder de esa doctrina política, Eliodoro Camacho; posteriormente fue recitado por escritores como Enrique Finot y otros.
En las letras universales, no hay otro ejemplo mejor para ilustrar esta paradoja de la historia —que los vencedores la escriban y los vencidos se encarguen de difundirla— que lo que el crítico literario ruso Mijail Bajtín teorizara sobre el Carnaval en su libro La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais.
Según Bajtín, en esta festividad se perturban, equilibran e invierten los lugares de poder (el noble se iguala al plebeyo, el rico al pobre) de tal modo que el mundo y sus estamentos quedan “de cabeza”. Esta idea armoniza con el tema carnavalesco de la polémica de la Guerra del Pacífico. De algún modo, se puede decir que para que la versión chilena haya sido adoptada por los bolivianos como una historia oficial, no puede sino responder al trastorno y la reversión que ocurre durante las carnestolendas.
La historiografía boliviana del siglo XX ha sido la encargada de quitar la máscara carnavalera fabricada por la historia chilena de la época, aunque aún quedan algunos resabios de especialistas del país que insisten en ella; sólo por dar un ejemplo, en la educación pública de Bolivia esta mistificación continúa totalmente vigente, para vergüenza de nuestro sistema escolar.
Sin la intención de hacer una defensa del general Daza, subrayando también sus errores, muchos estudios desmienten, de manera documentada, la posibilidad de que se haya callado la noticia de la invasión. El libro más importante de este tenor es Daza no ocultó la noticia de la invasión chilena (1982) de Luis Antezana, aunque siete años antes Enrique Vidaurre ya presentaría pruebas para el desmentido de ese episodio en su libro El presidente Daza.
Chile. Fueron los historiadores de Chile, con Vicuña Mackena como iniciador, quienes urden el relato de que el Presidente de Bolivia se guardó la noticia para que el Carnaval pueda seguir.
El interés de algunos bolivianos en confirmar el mito se asentaba en que los camperistas y otras autoridades —en pos de matizar sus errores— querían desprestigiar al militar derrocado para justificarse en el poder. “Es notorio que el pueblo de La Paz ignorara el aviso funesto del 14 de febrero (fecha en que la tropa chilena invade Antofagasta), mientras que Daza, aturdido por el bullicio del Carnaval, ocultaba el parte”, cita a Eliodoro Camacho el historiador Antezana en el libro ya mencionado. Los que sostienen esta posibilidad hablan de que Daza y Eulogio Medina, entonces ministro de Relaciones Exteriores, recibieron el aviso del cónsul boliviano en Tacna, Manuel Granier, al día siguiente del de la invasión, el 15 de febrero: “Gobierno chileno ha ordenado a fuerzas reunidas en Caldera ir a Antofagasta y ocupar Litoral”. Hay que subrayar aquí que el formato mismo del comunicado es el que tiene un telegrama (por la ausencia de artículos), cuando se sabe que entre Bolivia y Chile no había una red de telégrafos.Insostenible. La historiografía del país probó la insostenibilidad de la versión. La negación del relato chileno se basa en citas de la investigación del patricio Gastón Vásquez (quien también compuso la letra del Himno al Litoral y fue Alcalde de La Paz). El fundamento básico de la falta de veracidad de que Daza haya callado la noticia de la invasión del 14 de febrero de 1879 es, esencialmente, de orden físico: no existía una red de telégrafos entre Bolivia y Chile, y la noticia llegó hasta el Presidente a lomo de caballo el Martes de Carnaval (25 de febrero).
La cronología de los hechos, según el estudio de Velasco, es citada por Antezana de manera detallada a continuación. El viernes 14 de febrero se inicia la invasión en Antofagasta. El 15 la tropa chilena se dedica al saqueo de los bienes de los bolivianos.
En la tarde del 16 llega el vapor “Amazonas” con la bandera boliviana (la misma que fue cambiada por la chilena inmediatamente). El prefecto de la localidad, Severino Zapata, las autoridades y varias familias bolivianas se embarcan en ese buque para escapar de la furia de las fuerzas de ocupación, cuando zarparon a altas horas de la noche.
El lunes 17, el “Amazonas” llega a Tocopilla. El martes 18 parte con rumbo al puerto peruano de Iquique y se manda un telegrama escueto al cónsul boliviano en Tacna, Manuel Granier. El 19 llega el vapor a Arica. En el muelle se encuentra Granier para recabar información más amplia que la del telegrama que recibió y así redactar la noticia para mandarla por correo a La Paz.
El 20 (Jueves de Comadres) parte de Tacna el estafeta Gregorio Choque (apodado Goyo) con la correspondencia urgente y logra hacer el recorrido impensado de 76 leguas (más de 450 kilómetros) en sólo seis días.
“Bolivia no contaba con un servicio telegráfico (...), el camino directo era el de Tacora a Machagas”, escribe Velasco. Por su parte, el historiador chileno Tomás Caivano lo confirma en su libro Historia de la Guerra de América, entre Chile, Perú y Bolivia: “Repetimos, entre Bolivia y Chile no hay telégrafo. El (camino) más cercano del que puede hacer uso Bolivia va de Tacna y Arica”.
El itinerario de Goyo fue el siguiente: el 20 de febrero fue de Tacna a Palca; el 21, de Palca a Huchusuma. El sábado 22 recorrió el trayecto de Huchusuma a la posta de Chulluncayani; el 23, de ese último lugar a San Andrés de Machaca. El 24, de esa localidad a Tambillo, y el 25 (Martes de Carnaval), de Tambillo a la ciudad de La Paz.
El chasqui llegó con la noticia al Palacio de Gobierno a las 23.00 y se encontró con el cochero de Daza, quien lo llevó a la casa de Carlos Frías (esquina Yanacocha y Mercado), donde se festejaba el Carnaval y donde había estado antes la comitiva presidencial. De esa casona, la autoridad se retiró a la fiesta del coronel José María Baldivia, intendente de Policía, en la calle Pichincha. Efectivamente, allá encontraron al Presidente y fue donde conoció la mala noticia. Eran las 12.00 cuando la noticia comenzó a circular inmediatamente se supo (esta relación cronológica puede verse en los libros mencionados de Antezana y Vidaurre).
El ex presidente e historiador Carlos Mesa subraya, por otro lado, que también hay que ser críticos con Daza por ser el responsable de la retirada de Camarones, pues “finalmente él era el comandante en jefe del Ejército Unido Peruano-Boliviano. En consecuencia, tenía la posibilidad de decidir no replegarse, aunque no lo hizo”.
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