Historias de Bolivia

Por: Ramiro F. Rodríguez Ibáñez / Publicado en El Periódico de Tarija.

"Mis primeros recuerdos se remontan a principios de la década de los años 60 del siglo anterior. Recuerdo que en la ciudad Tarija hubo un gran temblor que obligó a casi todos sus habitantes a salir a las calles yo tenía apenas 5 años de edad, luego habríamos de enterarnos que fue una réplica del mega terremoto de Chile del 22 de mayo de 1960 que cobró la vida de aproximadamente 2.000 personas. En esos primeros años de mi vida recuerdo con nostalgia a mi kínder de la calle Sucre a pocos pasos del mercado central, allí comencé a dar mis primeros pasos en las aulas y que habría de prolongarse por el resto de mi vida, como estudiante y como docente universitario. Era un vetusto edificio donde recuerdo que me disfrazaron de Papa Noel y me veo entregando regalos a otros niños como yo.

Tarija, en esa época era una ciudad pequeña y tranquila, sin edificios de gran envergadura, sin muchos vehículos y sin ruidos de aviones de gran tonelaje. En ella vivían gentes que se conocían casi de memoria y lo más gracioso era que se conocían más por sus apodos que por sus nombres de pila o por sus apellidos.

Hasta nuestros locos tenían apodos: el atatau muelas, la ninanina, el ojoroco, etc. Tarija tenía cuatro barrios tradicionales San Roque, Las Panosas, El Molino y La Pampa, y estaban en pleno surgimiento Villa Abaroa, Villa Busch y el Barrio de Juan XXIII. La población de entonces se calculaba en unos 20.000 habitantes. La energía eléctrica era muy exigua y se cortaba constantemente. Justo en Villa Abaroa se encontraba el motor de luz como se lo llamaba a la principal fuente de energía eléctrica de la ciudad. Recuerdo haber vivido en una casona en plena plaza Luis de Fuentes o lo que es ahora el Comité Cívico de Tarija. Ahí funcionaba el Banco Agrícola de Bolivia. En esa plaza recuerdo a niños que se reunían a jugar pesca-pesca, chorro morro y tantos otros juegos, Los domingos la plaza se llenaba de gente, habían retretas musicales en las mañanas y en las noches, en esa plaza las personas daban vueltas y vueltas la plaza. La vida era plácida y alegre.

Recuerdo mi escuelita Narciso Campero a lado del colegio San Luis, a los desfiles cívicos íbamos uniformados de soldaditos, recuerdo nuestras escapadas al río Guadalquivir a nadar en las lindas posas que se formaban en la época de verano. Recuerdo con nostalgia los años vividos en la Villa Abaroa, los cines al aíre libre, las batallas campales con otros adolescentes de barrios contiguos y los partidos de fútbol jugando “patapilas” y con pelotas de trapo y vejigas de cerdo..."